Saturday, October 07, 2006

Tutorial para el cuidado de una mandrágora I

I. Introducción.Tutorial para domesticar a una mandrágora silvestre

I. Introducción

Las mandrágoras tienen la particularidad de angustiarse por regresar continuamente a vidas pasadas. Por eso necesitan mucho afecto, jugo de anís o maracucha. La comida debe ser liviana, pues son susceptibles de terribles indigestiones, y cuando se indigestan, es entonces cuando viajan al pasado…Porque una mandrágora tiene una sola memoria de todas sus vidas, porque siempre tuvieron el gran drama de la indigestión, desde la primera mandrágora, que ahora yace en las ruinas de un pueblito llamado Caspis. Cuando la primera mandrágora se indigestó, había comido hongos venenosos, que le produjeron un paro cardiorrespiratorio, cuando se recuperó, quedó con una arritmia severa. Es por eso, que todas las mandrágoras contemporáneas, sufren cuando recuerdan (como puede recordar cualquier hombre) el pecado original.
Ese es el motivo principal por el cual una mandrágora necesita de toda nuestra atención. Debemos paliar su malestar, bañarlas cuidadosamente con agua tibia y jabón de almendras amargas, cortar sus uñas y lavar sus ojos con te de mosqueta.
He tenido muchos amigos que han dejado su trabajo, familia, religión y hasta de cepillarse los dientes; tan solo para el cuidado de su silvestre mascota.
Si se les acaricia el lomo regularmente, se vuelven domésticas tres semanas después de este trato. Pero en ese período, varios amigos han perdido los dos brazos, uno el hígado, otro la pierna y un ojo, otro el estómago y otro el apéndice xifoides. Las mandrágoras, aunque tiernas, son dañinas, carnívoras, feroces y suspicaces.
Cuando las mandrágoras magren (porque las mandrágoras magren), se escucha el profundo quebranto de su alma regresando a su cuerpo original, el de Abdulia, la primera mandrágora.
Tienen el pelaje suave, según la raza, unas son barcinas y otras angora. Poseen dientes prominentes que les dificultan la masticación, sobre todo de hongos como el Champignon, el pan francés y los ñoquis de papa.
Los ojos suelen ser grises y saltones, el iris color miel y los bigotes son suaves como la seda natural del gusano. Pero la baba que les corre por el mentón es sumamente corrosiva, he sabido de antiguos tintoreros que quitaban el alquitrán de madera a finas prendas con la baba de una mandrágora. Según estudios de la Real Academia Mundial de Fluidos Orgánicos, es alcalina, más bien: su baba es una sustancia alcaloide que crea adicción en los cuidadores del animal. Estos la preparan hirviéndola, pura, después de cuarenta y tres minutos y medio, la mezcla en contacto con papel tornasol se vuelve rojo melón y está lista para mezclarse con maicena. Entonces, se hacen pelotitas de tres centímetros y medio y se hornean. A posteriori, se muelen y se fuman con un carburador de Ford T. El humo es más denso incluso que el agua, y que el ácido sulfúrico. Muchos consumidores han referido aumento de peso y secreción salival similar al petróleo crudo. Es porque la saliva de mandrágora se condensa al llegar a los pulmones, y forma una emulsión junto con la elastasa, burbujeante, cómica, como un agua danzante y sulfurosa.
Lo que los consumidores no saben, tampoco, es que cuando se intoxican, se convierten temporalmente en una mandrágora, dependiendo de la dosis, su metamorfosis final. Mi cuñado tuvo que suspender sus actividades de ser humano, pues convertido en mandrágora el colectivero de la línea 88 lo discriminaba por ser distinto a los demás. Entonces, Claudio no pudo fumar más, y quedó condenado para siempre a ser una mandrágora sufriente y agonizante que viaja al pasado tres veces por semana, como quien va a Canning, o a Ezeiza. Pero es importante destacar que es feliz. Ha copulado con su mandrágora, y ésta ha tenido hermosos cachorros de 10 kilos. Claudio, trabaja de productor de saliva en una fábrica de contrabando de Lanús, probablemente a fin de año lo asciendan a encargado y entonces, un brujo de las ruinas de Caspis lo trate para volverlo a su forma natural. Pero esto tendrá sus daños colaterales, pues Luisina, Jorgelín y Karuma, los hijitos de Plaida (la mandrágora) crecerán sin un padre que pueda darles todo el cariño que necesitan.
Pero Claudio será feliz, pues podrá rascarles el lomo y domesticarlos de pequeños, para que produzcan regocijo en su corazón, y más baba joven para fumar, y algún día, quién sabe, volver a ser una mandrágora.
Cuando Claudio sea mandrágora por segunda vez, podrá seguir educando a sus hijos, cuando sean adolescentes y vayan a una escuela especial.