Thursday, August 19, 2010

Periodismo vertiginoso

Autos a exceso de velocidad. Gente que corre de un lado a otro. Algunos cagados de frío, otros
cagados de calor. Otros definitivamente, cagados de miedo. El vértigo social al que nos
exponemos diariamente todos como sujetos sociales, me lleva a mi hoy, a contarles la historia
de Carlos Peroné; un joven estudiante de periodismo gourmet que se animó a tener una
entrevista conmigo. En ese entones yo trabajaba para Ámbito, Julio Ramos estaba vivo y
personalmente me había encargado una investigación sobre la realidad de la carrera de
periodismo en las universidades argentinas. Quedamos encontrarnos –con el pibe estudiante- a
las 9 de la mañana en el famoso café de Congreso, donde los más paranoicos y/o
cocainómanos saben que es prudente verificar que debajo de la haya ningún micrófono, y que
nadie te empiece a seguir o a fichar. Los que viven en Buenos Aires saben de qué lugar hablo.
Solo lo cité en este lugar para sentir un vértigo semi policial que hace años yo estaba
necesitando volver a sentir. Llegó demasiado tarde, después de haberme tomado 3 cafés (sin
cortar), y 2 whiskys dobles. Su llegada alertó mi sistema nervioso, agregando un tercer factor
que nada tenía que ver con el efecto estimulante de la cafeína ni el efecto depresor del whisky.
Más bien tenía ganas de acogotarlo. Pendejo de mierda. Cuando llegó, se sacó su bufanda –que
claramente tenía un dejo de olor a fritanga-, colgó la campera de paño sobre la silla y se
disculpó por la tardanza. Hola, perdoname…Carlos, un gusto. Sentate -respondí tembloroso
de la ira-. Lo que nunca le dije es que sería una entrevista periodística. Supongo que creyó
sería una cuestión de trabajo o colaboración informativa. Pero yo solamente quería mostrar que
los jóvenes suelen tener del más hediondo excremento no fecal en su cabeza; y al lector podrá
parecerle irrisible esta negación del antecedente (según la lógica aristotélica), pero es así. Me
refiero a la expresión “excremento no fecal”. Basta que un pendejo de mierda de 19 años te
haga perder el tiempo, y estar al borde de una arritmia cardiaca causada por los 3 cafés y los 2
whiskys, para darte cuenta que no hace falta que tenga caca en la sabiola sino, simplemente,
que estudie periodismo, te haga esperarlo y llegue tan incordiosamente con olor a comida de
hace varios días. Por si acaso, les cuento que nunca estudié periodismo. Lamentablemente,
escribo esta seria historia desde una sala del hospital naval, pero -gracias a Dios- tengo obra
social, y una operación de tórax, por tercera vez, después de aquél día.
Las cosas más terribles suceden sin previo aviso, y sin siquiera previo indicio. Esa mañana,
mientras me encontraba ansioso por hacer la primera pregunta, y mientras el mozo le
preguntaba al insolente y desgarbado muchachito qué iba a consumir, la voz de alto de un
pequeño policía federal no tardó en hacerse sentir; y al escucharse también una frenada,
bajaron 3 tipos de un Renault 9 (que colisionó contra un taxi): “¡Dale pelotudo, corré corré,
corré!” Más de 10 estampidas me aturdieron, y mientras me tiraba al piso algo me quemó
una costilla flotante. Toda la vidriera del café floreció con casi perfectos lamparones de centro
agujereado. Cuando llegaron más policías, me levanté atónito para mirar que carajo pasaba. Lo
primero que vi fue a Carlos tirado, contra una maceta y con un tiro en la sien. Su cara tenía la
perfecta expresión de una morcilla frita. Eso era, de hecho. De fondo, y casualmente sonaba
Responso, de Mariano Mores. Como si la radio, retobada, siguiera sonando con un clásico
tema porteño; como si no le importaran las circunstancias.
Hay tres cosas en las cuales sigo pensando, después de dos años.
La primera: nunca supe, por mis propios medios, ni por medios periodísticos, si los disparos
empezaron adentro o afuera. Tampoco supe, que extraño designio del universo me llevó a ese
café, a esa hora, con Carlos y para convencer a Julio Ramos de que todos los estudiantes de
periodismo tenían la cabeza cagada.
La segunda: tampoco supe, qué carajo fue lo que pasó afuera. No salió en ningún medio. Ni
por qué motivo el que manejaba el taxi era Luís Porta (jefe de redacción de economía). Y en
verdad era el. Ví su cara al menos 35 veces al día durante 15 años en Ámbito Financiero.
La tercera: ¿cómo puede ser que los periodistas sean tan pelotudos?