Saturday, August 20, 2005

La serenidad del Limbo

Se despertó repentinamente. Allí estaba. Solo. Como si alguien o algo lo hubiese dejado ahí. No distinguía otra cosa que el color blanco. Todo era blanco, blanquísimo. No había nada, absolutamente. No podía ver su cuerpo. Era como una filmadora, como un par de ojos que no pueden ver ni los bordes de la nariz ni algunas adyacencias de la cara. Definitivamente carecía de cuerpo, solo veía blanco. De pronto se vió venir, de frente, caminando como en cámara lenta y con un estilo único, girando la cabeza levemente y volviéndola hacia algún lado, parpadeando suavemente. Su cara y aún su cuerpo caminante le dirigían la mirada casi fija. Lo único que alteraba el eterno color blanco era su cabello rubio. Toda su vestimenta era blanca. Una camisa de seda blanca, un pantalón fino blanco, zapatos blancos.
No había ni suelo ni cielo. Su cuerpo cada vez se aproximaba más, hasta que llegó al lugar desde donde él se veía y de pronto tuvo control de sí mismo, de sus brazos y sus piernas. Al fin pudo sentirse, y seguir caminando eternamente al encuentro de la nada, que acaso ya la tenía y no se daba cuenta.

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