Sunday, September 18, 2005

Tu ayer, mi ayer.

Veo pasar, como si nada, los colores de esta ciudad, la nueva. Construida sobre ruinas estás, y en tu anterioridad hay un rodeo de recuerdos que yacen en las profundidades de tu nueva, vigorosa e inverosímil imagen de tu recóndita urbanidad. Colegios, plazas, patios, desde Francia, te veo antigua y reseca, moderna y a la vez lluviosa, llena de viejos habitantes apagados, sin vida, con la mirada brillosa, que suplican ante otros ojos la salvación que no tienen y desean. Esos ojos ancianos, que te miran, que nos miran, son de buena estirpe, pues supieron afrontar los vientos de la vida y ahora desgastados, ardidos y dolorosos buscan consuelo en la muerte. Un lento comienzo, que se da por aludido cuando ya no somos jóvenes. Es entonces donde nos acecha. Así sin más. Así sin menos importancia, cursa la vida, con cosas, sentimientos y miradas. De pronto aparece una buena nueva. El amor llega y tampoco nos damos cuenta. Cuando perdemos, nos duele, lloramos, leemos Benedetti, comemos pastas los domingos en la casa de la abuela y nos resignamos a una vida llena de dolores, o de un solo dolor, que parece no terminarse, que va mas allá y que se refugia en la calurosa urbanidad de la primavera, de lo que debería ser amor, pero irremediablemente, es soledad. Nos pesa, y mucho. Hay a quienes la soledad en paz no deja vivir, lamenta, reprocha, resigna duele y empalaga. Los ancianos franceses, la han sufrido alguna vez. Cuando nos abandonan, lloramos solos, consternados en el mundo. Quien sabe si después de la despedida, habrá un reencuentro? Quien sabe si no serás tu quien muera esta tarde? Quien sabe, o quien lo sabrá para decírmelo, si me necesitas y no me lo puedes expresar… Te quedas muda y entonces, tras barrotes de hierro, de desamor, somos nosotros y otros, modificados por nuestros deseos. No hacemos lo que queremos, entonces nos conformamos con lo que hay, lo sufrimos minuciosamente pero solo se hace notar de noche, cuando se nos caen 200 lágrimas y entendemos, que el mundo es demasiado redondo para recorrerlo, y que en la busca de la plenitud, caemos por falta de equilibrio. Las horas pasan, las reminiscencias crecen, se nos hace todo triste, sentimos la angustia en el pecho, estamos ahogados, alienados. Se nos ha vedado el llanto, tenemos que forzarnos para que esas lágrimas, difíciles de cautivar por el afuera, salgan al ritmo de un llanto silencioso, que demuestra que hemos fracasado una vez más, y que para colmo, nadie lo sabe. Vale la pena entonces, doblegarnos, y observar el futuro, comprar las mejores medicinas en la botica de ayer, y estar prevenidos contra la más fuerte de las melancolías. Pero todo esto se vuelve inútil y vano cuando revivo una y otra vez esa imagen, tu soledad en el teatro, yo tocando el piano para vos, compenetrado en ofrecer a las flores y los árboles del mundo, la más representativa melodía de pureza y erudición. Comprendes mis mensajes, y atenta escuchas mi música, un cruce de mirada, y sonreímos, felices de lo que sabemos, conmovidos por lo que sentimos. El mundo en todo su esplendor es nuestro, voy a tu búsqueda, pero el deseo es demasiado grande. Entonces, mi proyecto se trunca y camino fantasioso, sin cumplir mi deseo, por las calles de esta ciudad, donde las ruinas del antes y el ahora, se fusionan y son una, dos y miles encrucijadas, que nos cambian la realidad y nos manejan como títeres. Aún no me has llamado, condolido de mi destino, lloro de vuelta con impotencia, y conmigo llora una rosa de lluvia del jardín, el que te vio crecer, a vos misma, a tu actual trascendencia y a tus anteriores y futuros recuerdos, mientras, sigo tocando el piano, sabiendo que no debo llorar, y resistir hasta el final, como esos ancianos que con la mirada brillosa, nos advierten que no hay otra vida sino la de ahora, y que abracemos entonces, lo que podamos y nos haga verdaderos portadores de felicidad auténtica, la misma que nos hace correr por los valles y las pasturas, y el mismo olor a hierba fresca, a tinta, a pluma, y a una antigua carta. Una foto sepia, dos en blanco y negro, ya no estas. Tus cenizas se mezclaron con la tierra, y están ahora con el mundo, colmándolo. Como haré entonces?... Para decirte que te amo, si tu has muerto joven y yo ya soy viejo, y sigo amando a esa joven que ahora debería ser vieja, pero que murió mucho antes. He quedado solo, he visto morir a todos. Me aproximo errante a mi cuarto, donde no tengo ninguna de tus fotos, lloro por recordar que alguna vez fui joven, y que debo partir. Con miedo a no encontrarte, después, en el más allá, tomo aliento, me relajo, y logro penetrar en el más profundo sueño de paz. Donde aparece al instante, tu nueva imagen fresca, que se reconcilia conmigo, y vuelve a sentir lo de antes, lo platónico, lo puro, lo intenso, lo sincero. Pero supongo, todo esto, es inútil en la realidad. Solo está eso, el recuerdo, que poco a poco se va desgastando. Va dejando de existir, cada vez más, por encadenada, repetitiva y consecutiva caducidad de los instantes de lo que fue un ayer cercano, y un ahora que se está yendo. Y si ya es tarde, perdóname. Y si ya no es lo mismo, solo perdóname. Solo sigo, sin encontrar resguardo, en este valle de nubes, de grises y verdes lágrimas. Lágrimas que a veces quieren ser de metal, se funden, no maduran y son de agua, el agua más triste, la más sedienta, la más sublime, la que la ciudad presencia ahora, la cual seguirá presenciando y percibiendo mi vida, mi ahora, mi futuro y mi pasado. Atado a vos, me duele saber, que ya no sos, sino en la fantasía. Como encontrarte? Nuevamente…, como hacer? Que me sonrías otra vez…, Como intentar? De nuevo ser felices. Se que para vos no es tan drástico, tan triste ni tan lacrimógeno. Pero lo que antes fue mi presente y realidad, es ahora pesada nostalgia.

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