Sunday, October 16, 2005

Fiebre aftosa

El Dr. Arbusto Espinoso, un autentico micrófono von sachs del Derecho Romano, nos refiere un caso existencial que se puede referir a ciertas metáforas pasajeras de la filosofía del derecho. El sr. Planiol, como refiere en uno de sus escritos, tiene profundas experiencias que borronean las delgadas líneas rojas entre la vida y la muerte. He conocido, a César Isidoro Planiol. Es de mi especial interés, como el terremoto, la martingala y la medicina porque hace 40 años que soy médico. Y esa disciplina lleva a otros gustos e intereses. Por eso comento este caso, que me tocó atender.
Así como la vida le deparó experiencias envidiables con la muerte, a Planiol, le hizo experimentar males de otro reino. No tardó en llegar entonces, en las postrimerías de su vida un suceso que conmovió, confundió y conmocionó a la ciencia médica. A mi no tanto.
Érase un día que me encontraba atendiendo en pelotas –porque en mi casa se había roto el microondas que por locura mi esposa hacía funcionar como lavarropas-en mi consultorio de la gran raja que tengo en La Nueva Española (una filial rumana de la rotisería “La Nueva Victoria”, una rotisería que trabaja con comidas naturistas y tiene convenio con mi clínica de nutrición, salud y Reguetón. Yo tenía puestos los calzonis, y encima un largo guardapolvo blanco. Los pacientes no se daban cuenta de mi falta de ropa porque suponían que llevaba pantalones cortos, que no se veían detrás de mi guardapolvo. Esa es una de las verdaderas ventajas de ser médico (más que cualquier otra). Que se puede atender en pelotas, con un guardapolvo y nada más, y nadie se va a dar cuenta.
Golpean la puerta, entra la secretaria, y me dice en un tono presuroso que se encuentra un tal Planiol esperando para ser atendido. Le pregunté si se hacía atender por la Obra Social de los Empleados de la Gasolina y de la Guantanamera (la única obra social que atiendo, por cuestiones de la Republica Dominicana, del culo y de los sabores del porro-de Totó la Momposina-). Me dijo que no, que tenía SEROS (porque es profesor de electromecánica en la ENET), entonces le dije que tenía que abonar $100 para la consulta, porque soy un médico de puta madre y me hago respetar. Fui el primero en diagnosticar mal de cumbia sin bahiamilos, endoscopios, molestas venoclisis ni exámenes sanguíneos, solamente haciendo un examen clínico bien completo. La chingada, me dije riendo sin parar –y las bolas se me sacudían con fuerza- al fin podré comprarme con esta consulta una botella de Rutini malbec. Dale bomba, me dije, a atender, carajo. Hágalo pasar, le dije a la Brunilda.
_Buenas tardes, doctor-me dijo ojeroso y preocupado-.
_Digamé, que le anda pasando, nomás.
_Mire, estoy cansado, hace más de 2 semanas, me duermo en el trabajo, me siento cansado, me duele todo el cuerpo, tengo miedo que haya que rectificar arbol de viela y camisa.
_No se preocupe, le dije riendo. Debe ser una gripe aviar, pero primero vamos a revisar (reí de vuelta porque me había salido un versito).
_Creo que tuve fiebre también-me decía extrañado Planiol-, y tengo apollas en la boca.
En ese momento el culo empezó a sudarme con poder y mucha fuerza, pues presentí lo peor.
_Acuéstese en la acaimilia, le dije. La acaimilia es una camilla pero en forma de hamaca paraguaya fusionada con mesa quirúrgica, ya que también hago operaciones menores de acapela y a corazón abierto, en mi consultorio.
Entonces fui al estantecito y busque un bajalenguas, le hice abrir la boca y me encontré con las más oscuras y profundas cavernas pustulosas, crepitantes y calivectantes en mucosa, lengua y paladar blando. Le tomé la fiebre, tenía 40,5 cº. Le tomé la presión, tenía 180-100. Planiol sudaba, y sufría. Lo ausculté y en los pulmones tenía a toda la orquesta de Juanes, Bola de Nieve y Homero Expósito, junto con los neo Gardel y chabelitos con guitarra eléctrica y, como es de suponer, de Lolo, con su guitarra.
Mientras me iba al escritorio le dije:
_Esto supera mis límites amiguito. Lo voy a tener que derivar con un veterinario. Ahora se me toma ya un Sertal compuesto, o un paracetamol, como para bajar la fiebre. Usted tiene una fiebre aftosa de la gran siete. Dígame ya como mierda hizo para pescarse una enfermedad exclusivamente de ganado, usted es pelotudo?, o se hace? Digame ya o le patearé el culo más que a nadie, carajo. Usted está poniendo en peligro a toda la humanidad, hay riesgos de que ocurra una pandemia, o una epidemia a nivel mundial! –le dije con toda la furia lisérgica y cáustica-. Tu eres raca taca o que mierda, pendejo?, qué cardiovascular! ay Dios! –dije a punto de estallar, cantando-. Déjeme los $100 arriba del escritorio, y vaya a esta dirección, lo va a ver un veterinario cordobés, el mejor de la zona. Tiene suerte de que yo vaya a recomendarlo.
Se fue, Planiol, muy triste, pero sabiendo que tenía la culpa, de alguna forma. Porque yo se lo había hecho creer.
_Pendejo…-me dije riendo de vuelta con fuerza, y terminando la petaca de wikis australiano que guardo celosamente en un cajón del escritorio-.

No volví a verlo más, pero en otras ciudades se rumorea que no tardó en salirle pelo rojo en todo el cuerpo, cuernos, dientes enormes, que aumentó unos 200 kilos, perdió el habla, se produjo un retraso mental completo, camina en cuatro patas, está curado y come suaves pasturas en Trenque Lauquen, Provincia de Buenos Aires. Desde entonces, lo que se escucha a sus alrededores, en su establo, son solamente mugidos.
Irremediablemente, como Planiol experimentó con la muerte, ahora experimentaba como vaca, y por siempre, hasta que deje de ser inmortal y algún paisano despiadado, sin conocer su pasado, lo convierta en un rico asadito.

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