Monday, October 17, 2005

Los días

Algo o la idea de alguien, recordé esa mañana.
Recordé que todas las cosas, son acaso una sola cosa.
Y así como la dispersión y separación de los hombres en la ciudad marca individuales destinos, la mañana ajetreada de trámites, bancos y salas, y acaso las noticias vuelven a unir esos destinos separados. Y la ciudad y la gente vuelven a ser una sola cosa, el presente.
El candor de la mañana, la tenue y tibia tarde y la fresca noche, son fases que se repiten incansablemente y que no cejan, marcando, separando y dividiendo el sueño y la vigilia de los otros, que viven pensando en otras cosas, porque se saben de algún modo inmortales y con suficiente tiempo para reflexionar estas cosas algún día. Pero acaso ningún día los dejará reflexionar, los días obligan irremediablemente a los hombres a su secreta y oscura devoción por los trabajos y la ciudad.
Es por eso, que me he apartado esa mañana (casi como todas) a pensar y entender estas cosas, pero para eso fue necesario soñar trabajosas trampas nocturnas para obtener dinero estafando máquinas y con ese dinero poder costear mis días de ocio.Las catástrofes y terremotos, aquí (solo geográficamente) nos son ajenos, y no hay un día que deje de ser igual. Las mañanas, los mediodías (que existen solo para los que almuerzan), las tardes y las noches marcan con fruición, como castigo, el destino verosímil de todos los hombres, el mismo destino para todos. Porque las cosas, todas las cosas, son acaso una sola cosa, que hasta ahora, es indescifrable.

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